La brecha en las exportaciones de ambos países, que se había achicado hace cinco años, volvió a agrandarse y el país vecino se posicionó muy por encima.
Compartir la misma cordillera no asegura los mismos
resultados al menos en el negocio del vino. Si bien las bodegas argentinas, con
el malbec a la cabeza, lograron un interesante posicionamiento internacional en
materia de calidad, está claro que la fórmula de bueno, bonito y barato a la
que apostaron los chilenos les permitió alcanzar volúmenes de exportación que
hoy se presentan como una meta muy difícil de conseguir de este lado de los
Andes, según publicó Diario de Cuyo.
La industria vitivinícola local cerró 2015 con
ventas al exterior por US$ 813 millones, muy lejos de los US$ 1833 millones de
Chile, y la brecha que hace cinco o seis años había empezado a achicarse en el
último tiempo volvió a crecer.
'La principal diferencia con Chile es que se
invierte la relación mercado interno y exportación. En la Argentina, el 80% de
la producción de vino es para abastecer a la población, pero en Chile, apenas
un 25% es para consumo interno. Esto se debe a que nuestro vecino no tiene ni
la mitad de habitantes que nosotros. Además, los argentinos consumen 25 litros
per cápita por año, mientras que los chilenos apenas toman 14 litros', asegura
Ezequiel Barros, director de la consultora Caucasia WineThinking.
En el sector explican que la presencia del vino
chileno en los mercados internacionales es más fuerte que el argentino, ya que
la cultura exportadora data de más años; además la estabilidad económica
permite que se sostenga en el tiempo. 'Chile comenzó a exportar hace 30 años;
la Argentina recién en 2002. En la década de la convertibilidad no era
competitiva la producción y eran pocas las bodegas que apostaban a la
exportación, ya que con vender en el mercado interno les alcanzaba.
Chile depende más del consumo internacional, por
eso al comienzo decidieron apostar a lo seguro: un vino económico de buena
calidad', agrega Barros. Haber ingresado más tarde en el mercado exterior ayudó
a la Argentina a posicionarse directamente como un producto caro de calidad.
'Aquellos que conocen el vino argentino tienen una muy buena imagen,
especialmente del malbec que es un varietal diferente al resto y que ha gustado
mucho. Pero aún falta que mucha gente nos conozca, somos prácticamente
inexistentes en términos de market share internacional y debemos hacer las
cosas muy bien durante muchos años para que no se olviden de nosotros. La
oportunidad que le dio el malbec al país de poner al vino argentino en el mundo
no la podemos dejar pasar: sería como sacarse la lotería y perder el ticket',
dice Gastón Pérez Izquierdo, CEO de Catena Zapata.
El malbec es asociado automáticamente con el vino
argentino. Si bien algunos especialistas consideran que no es mala la
dependencia total a una uva diferenciadora, siempre está el riesgo de que se
agote el gusto a este tipo de consumo. En la actualidad, 7 de cada 10 vinos que
se exportan son de esa variedad. 'Debemos ver el negocio desde un ángulo
orientado a la innovación. La Argentina es el quinto productor mundial,
cantidad tenemos. Lo que necesitamos es incorporar nuevas variedades como
cabernet sauvignon, cabernet franc, chardonnay o torrontés, que ya han
demostrado tener la calidad necesaria para cumplir con las expectativas de ese
exigente consumidor', explica Santiago Ribisich, gerente general de Trivento,
la bodega argentina del grupo chileno Concha y Toro.
Bajar los costos de logística es otro aspecto que
la Argentina debe aprender de Chile si quiere ganar en competitividad. Para las
bodegas mendocinas no sólo es más conveniente, por tema de distancia, despachar
sus vinos a través de Chile, sino que los impuestos son más baratos que en el
puerto de Buenos Aires. 'Hace sólo 20 años atrás, cuando el consumo local había
disminuido casi a la mitad, la Argentina empezó a desarrollar sus exportaciones.
Después de un gran trabajo técnico y comercial al final de los 90, las
exportaciones finalmente despegaron durante la década de 2000 y durante esos
años la Argentina fue el país con mayor crecimiento porcentual de sus
exportaciones. Luego, este crecimiento se frenó y hasta retrocedió en volumen
desde 2012 debido a la falta de competitividad que obligó a los exportadores a
abandonar progresivamente los segmentos de precios más competitivos y a
dedicarse a tratar de vender vinos más caros, mientras Chile siguió su
desarrollo volumétrico', sostiene HervéBirnie Scott, director de MoëtHennessy
Argentina, la firma que agrupa a las bodegas ChâteauChevalBlanc y Terrazas de
Los Andes.
Otra ventaja significativa del país vecino es la
cantidad de tratados de libre comercio que hacen más rentable el negocio para
las bodegas. En la actualidad, sólo a Perú la Argentina exporta más vinos que
Chile, tal vez sea por la rivalidad entre aquellos países, pero luego en
cualquier otra parte del mundo, Chile gana holgadamente. 'Faltan mayores
acuerdos internacionales que disminuyan los aranceles de importación en los
países de destino, principalmente en Asia. Y también faltan políticas
económicas de largo plazo que permitan una mayor planificación a las empresas',
indica Pérez Izquierdo.
La devaluación de diciembre y la quita de retención
para la industria agropecuaria mejoraron la competitividad de la actividad
vitivinícola argentina, pero la creciente inflación y el aumento de las tarifas
están licuando los beneficios de comienzo de año. 'La competitividad con la
devaluación mejoró bastante, estamos recuperando el retraso que se había
producido durante los últimos años. El retraso cambiario había generado que
muchos de los mercados que el vino argentino había conquistado antes de 2010 se
comenzaran a perder por problemas de rentabilidad de las bodegas', explica
Martín Ramos, CEO de Grupo Peñaflor, el dueño de Trapiche y Finca Las Moras.
Estados Unidos es el principal destino de los vinos
argentinos, llevándose un 40% de las ventas internacionales. El 90% del consumo
americano de vinos se centra en botellas de precio góndola menor a US$ 15, unos
US$ 4 descontando los costos de logística y la rentabilidad de los
intermediarios. 'El precio se multiplica entre 3,5 a 4 desde que sale de la
bodega hasta que llega al consumidor estadounidense. Las bodegas chicas y
medianas no pueden vender a US$ 4 porque no les rinde. En el mercado
internacional no hay inflación y no pueden trasladar el aumento de costos al
precio final porque nadie les compra', concluye Barros.
Fuente: http://mobile.infocampo.com.ar/#/n/80577