En la comuna rural de Los Ralos, a 22 kilómetros de San Miguel de Tucumán, funciona la cooperativa de mujeres ex Textil Escalada, quienes son las encargadas de producir los guardapolvos blancos para todo el país.
La cooperativa logró devolverle el dinamismo a un pueblo que sufrió la
inmigración de sus habitantes cuando en 1966 el gobierno de facto de Juan
Carlos Onganía tomó la decisión arbitraria de cerrar los ingenios.
Textil la Escalada
Cuando el sol empieza a asomarse, las trabajadoras de la
Textil ya están listas para abrir la puerta de su fábrica de guardapolvos y de
inmediato, mientras las luces se encienden, la radio se sintoniza y el mate se
prepara, ya se puede escuchar alguna que otra máquina de coser que anuncia el
inicio de la jornada laboral.
La cooperativa fue creada en 2008 mediante el programa Manos
a la Obra, dependiente del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación. Para
llevarlo a cabo se capacitó a más de 100 mujeres y quedaron fijas unas 80. A
medida que la cooperativa se fue organizando, el número se redujo hasta quedar,
actualmente, 40 trabajadoras, que realizan un gran esfuerzo para que la
fábrica, que tuvo sus buenas y malas épocas, siguiera funcionando con el apoyo
del Ministerio de Desarrollo Social de la provincia, a cargo de Gabriel Yedlin.
La fábrica está instalada en el viejo galpón donde se
acopiaba el azúcar del extinguido ingenio Los Ralos. Las paredes pintadas de
ocre guardan la triste historia de un pueblo que vio partir a sus hombres y sus
hijos tras el decreto 16.926 emitido por Onganía el 21 de agosto de 1966, que
ordenaba el cierre de once ingenios en la provincia.
Nelly Albarracín, secretaria de la cooperativa recuerda: “La
gente se quedó sin trabajo, las familias se desintegraron porque muchos se
fueron a Buenos Aires, no les quedaba otra y algunos nunca mas volvieron, fue
muy triste”. Explica que luego de esto el devenir del pueblo continuó y como un
intento de menguar la desocupación y el conflicto social, se creó la Hilandería
de la Textil Escalada.
“La fabrica de hilado se vino a instalar acá como para
palear un poco la situación de Los Ralos. Pero también fueron otros picaros,
llegaron para llenarse de plata e ilusionar a la gente diciéndoles que tendrían
un trabajo, pero a la larga se fueron también”, relata Nelly al hacer mención a
los distintos avatares que sufrió la empresa signada por despidos, cierres,
toma de trabajadores, expropiación por parte del Estado, la trágica
desaparición de docena de obreros durante la dictadura de Rafael Videla, y
finalmente, en abril de 2008, la creación de la cooperativa, que hasta el día
de hoy la sostiene este grupo de mujeres.
Pero luego las cosas empezaron a cambiar
Nelly cuenta su historia: “Un día vinieron unas personas y
nos dijeron que iban a anotar a la gente para que trabajen, sobre todo a las
mujeres. Entre las 100 que se presentaron estuve yo y nos informaron que iban
conformar una cooperativa textil. Así fue como trajeron las máquinas y nos
capacitaron, porque casi nadie sabía coser y las que sabían era con máquinas
antiguas que teníamos en casa, no con las modernas”.
Conformada la textil, explica que hubo épocas muy lindas,
pero también épocas muy malas. “Es más – agrega –, no venimos de un buen año
aunque ahora las ahora las cosas están repuntando y nosotras nos esforzamos
para que eso pase porque somos 42 las familias que vivimos de la Textil”.
A Nelly trabajar en la cooperativa la hace feliz: “Venir me hace
bien. Yo ya soy una persona grande, tengo mi esposo, mi hijo en casa, los dos
tienen empleo, pero este es mi lugar, en donde yo por primera vez trabajé,
antes me dedicaba a criar a mis hijos, hacerlos estudiar. Ahora si no vengo
extraño estar aquí”.
Mariela Gallardo está hace cuatro años en la Textil y hace
unos meses asumió como presidenta de la cooperativa. Describe que antes su
función era estar a cargo de la máquina en recto, pero que ahora debe cumplir
con otras obligaciones administrativas y coordinar las tareas. Agrega que desde
que trabaja pudo terminar su casa que está a tan solo dos cuadras de la textil.
Gallardo resalta que la cooperativa se hace cargo de
producir los guardapolvos blancos que visten los niños y jóvenes cuando van a
la escuela y que al principio se los compraba el Gobierno nacional pero ahora
se sumó también la Provincia. Aclara que se trabaja en dos turnos: de 6 a 12
trabajan y de 14 a 20.
Cada mujer que integra la cooperativa es un historia en si
misma. Por ejemplo la de Ángela Molina, que junto a su hija integra el grupo de
la Textil. “Yo vine porque mi hija trabaja en este lugar y me trajo para
sacarme de mi casa en donde yo estaba encerrada desde que mi mamá falleció”,
explicó dejando en claro esa solidaridad que une a las mujeres cuando se tienen
que dar fuerza para salir adelante.
Acá encontré a mis hermanas, son buenas conmigo, nos reímos
y por ahí podemos tener algunos problemas, pero son pasajeros”.
María Verónica Jerez, trabaja desde el principio en la
fabrica y desde entonces puede aportar en su hogar y compartir los gastos con
su marido para el bienestar de sus dos hijos.
Contó que cuando ingresaron todas, la primera vez, hubo un
acompañamiento de psicólogos para que el grupo se llevara bien y esté de
acuerdo: “Éramos muchas y nos pudimos integrar las unas a las otras, más allá
de que tengamos distintos pensamientos. Esto nos ha hecho bien, porque la
mayoría no trabajaba, y desde entonces podemos colaborar en nuestras casas”.
Como las mujeres de la Cooperativa Ex Textil la Escalada,
que se levantan temprano, visten a sus hijos que salen a la escuela, preparan
el desayuno o simplemente salen apuradas porque llegan tarde, hay muchas más en
la sociedad: mujeres que trabajan en los comercios, en los hospitales, en los
juzgados, en la administración pública, en las escuelas, en la cosecha, en los
medios de comunicación, en la seguridad, en el transporte, en sus casas o en la
de otra familia, mujeres que se dedican al arte y a la música, que estudian o
que militan por un mundo más justo.
Fuente: AB