El Gobierno se vio obligado a recurrir a una medida que siempre quiso evitar. Culpó a la situación global, pero inversores interpretan que se llegó a la crisis por errores propios. El Presidente, ante una disyuntiva: se le pide más firmeza pero él necesita sostener el actual proceso.
Era la medida que siempre se quiso evitar. Ya
desde los primeros días de la gestión de Cambiemos, los funcionarios admitían
que el costo financiero de pedirle dinero prestado al FMI era el más bajo, pero
que se trataba de una opción totalmente vedada por su "costo
político".
Por eso, el gran desafío que tiene por delante
Macri -además, claro está, de estabilizar al tipo de cambio- es ser lo
suficientemente persuasivo respecto de que el organismo será el
"garante" de que continúe el plan gradualista y no -como muchos
sospechan-, el guionista del ajuste.
Cualquier argentino que tenga la edad
suficiente para recordar las épocas de los acuerdos "stand by" sabe que
el FMI no da dinero sin poner condiciones.
Además, en los últimos reportes sobre el país
ya comenzaron a deslizarse advertencias sobre las dificultades fiscales y el
riesgo de su dependencia del endeudamiento externo.
También ha machacado en la necesidad de
reformas estructurales en áreas como la legislación laboral y el sistema
jubilatorio, uno de los más caros del mundo, con un costo del orden del 12% del
PBI.
La oposición política tomó nota inmediatamente
de esa situación y por eso ya empezó su campaña para hacer aparecer el pedido
al Fondo como un fracaso de la política económica macrista.
Desde el otro extremo del arco ideológico, los
economistas ortodoxos que critican la falta de decisión para hacer un recorte
fiscal más profundo esbozaron una leve esperanza.
Fuente: Ipresional