Un nuevo estudio realizado en la
Universidad de Maryland, Estados Unidos, se suma a las evidencias sobre los
posibles efectos de la actividad física y el funcionamiento cerebral.
Una sola sesión de ejercicio, moderada,
puede cambiar de inmediato cómo funciona nuestro cerebro y cuánto reconocemos
los nombres comunes e informaciones similares, de acuerdo con un nuevo y
promisorio estudio sobre ejercicio, memoria y envejecimiento. El estudio se
suma a crecientes evidencias de que el ejercicio puede tener efectos rápidos
sobre el funcionamiento cerebral y que estos efectos pueden acumularse y llevar
a mejoras de largo plazo en cómo opera nuestro cerebro y cómo recordamos.
Hasta hace poco los científicos
pensaban que a partir de la edad adulta el cerebro humano quedaba relativamente
fijo en cuanto a su estructura y función, en especial cuando se lo comparaba
con tejidos elásticos como los músculos, que crecen continuamente o se
marchitan en respuesta directa a la vida que llevamos. Pero múltiples
experimentos más recientes han demostrado que el cerebro humano, en realidad,
puede ser muy flexible y reconectarse y reformarse de varias maneras,
dependiendo de nuestro tipo de vida.
Se sabe que el ejercicio, por
ejemplo, influye en nuestro cerebro. En experimentos hechos con animales
incrementa la producción de sustancias neuroquímicas, la cantidad de neuronas
que nacen en los cerebros maduros y mejora la capacidad mental de los animales.
Similarmente, en las personas, los estudios demuestran que a lo largo del
tiempo el ejercicio regular aumenta el volumen del hipocampo, elemento clave en
las redes cerebrales de la memoria. También mejora muchos aspectos del
pensamiento de la gente.
Pero persisten preguntas
sustanciales sobre el ejercicio y el cerebro, entre ellas el curso temporal de
cualquier cambio y si los cambios son de corto plazo o, con entrenamiento
continuo, se vuelven duraderos.
Esta última cuestión en
particular intrigó a los científicos de la Universidad de Maryland, EE.UU. Ya
habían publicado un estudio sobre adultos mayores en 2013, que buscaba efectos
a largo plazo del ejercicio en partes del cerebro involucradas en el
procesamiento de la memoria semántica.
En esencia, la memoria semántica
es nuestro conocimiento del mundo y la cultura de la que formamos parte.
Representa el contexto de nuestras vidas, un cúmulo de nombres y conceptos
comunes del tipo de “¿Cuál es el color azul?” o “¿Quién es Ringo Starr?”
También puede ser efímera. A medida que la gente envejece, la semántica con
frecuencia es una de las primeras formas de memoria que se debilita.
En su estudio anterior, los
científicos de Maryland habían encontrado que un programa de 12 semanas de
caminar sobre una cinta cambiaba el funcionamiento de partes del cerebro
relacionadas con la memoria semántica. Al cabo de cuatro meses de ejercicio,
dichas partes desarrollaban menos actividad durante los tests de memoria
semántica, lo cual constituye un resultado deseable. Esa menor actividad indica
que el cerebro se ha vuelto más eficiente para procesar la memoria semántica
como consecuencia del ejercicio y requiere menos recursos para acceder a los
recuerdos.
Ahora, para el estudio nuevo,
publicado en abril en el Journal de la Sociedad Internacional de Neuropsicología,
los científicos se propusieron rastrear y diseccionar los pasos que intervienen
para llegar a ese estado. Específicamente querían averiguar cómo determinado
ejercicio individual podía cambiar el modo en que el cerebro procesa los
recuerdos semánticos.
Entonces reunieron a 26 hombres y
mujeres de buena salud, de entre 55 y 85 años, que no tuvieran problemas serios
de memoria y les pidieron que fueran dos veces al laboratorio. Allí permanecían
quietos o pedaleaban en una bicicleta de ejercitación durante 30 minutos,
rutina que los investigadores confiaban en que los estimularía sin extenuarlos.
Luego, los voluntarios ingresaban
a un escáner para resonancia magnética cerebral y veían pasar nombres que
destellaban en un monitor de computación colocado arriba de sus cabezas.
Algunos nombres eran famosos, como, digamos, Ringo Starr, mientras que otros
simplemente se habían tomado de la guía de teléfonos local
Una sola sesión de ejercicio,
moderada, puede cambiar de inmediato cómo funciona nuestro cerebro y cuánto
reconocemos los nombres comunes e informaciones similares, de acuerdo con un
nuevo y promisorio estudio sobre ejercicio, memoria y envejecimiento. El
estudio se suma a crecientes evidencias de que el ejercicio puede tener efectos
rápidos sobre el funcionamiento cerebral y que estos efectos pueden acumularse
y llevar a mejoras de largo plazo en cómo opera nuestro cerebro y cómo
recordamos.
Hasta hace poco los científicos
pensaban que a partir de la edad adulta el cerebro humano quedaba relativamente
fijo en cuanto a su estructura y función, en especial cuando se lo comparaba
con tejidos elásticos como los músculos, que crecen continuamente o se
marchitan en respuesta directa a la vida que llevamos. Pero múltiples
experimentos más recientes han demostrado que el cerebro humano, en realidad,
puede ser muy flexible y reconectarse y reformarse de varias maneras,
dependiendo de nuestro tipo de vida.
Se sabe que el ejercicio, por
ejemplo, influye en nuestro cerebro. En experimentos hechos con animales
incrementa la producción de sustancias neuroquímicas, la cantidad de neuronas
que nacen en los cerebros maduros y mejora la capacidad mental de los animales.
Similarmente, en las personas, los estudios demuestran que a lo largo del
tiempo el ejercicio regular aumenta el volumen del hipocampo, elemento clave en
las redes cerebrales de la memoria. También mejora muchos aspectos del
pensamiento de la gente.
Pero persisten preguntas
sustanciales sobre el ejercicio y el cerebro, entre ellas el curso temporal de
cualquier cambio y si los cambios son de corto plazo o, con entrenamiento
continuo, se vuelven duraderos.
Esta última cuestión en
particular intrigó a los científicos de la Universidad de Maryland, EE.UU. Ya
habían publicado un estudio sobre adultos mayores en 2013, que buscaba efectos
a largo plazo del ejercicio en partes del cerebro involucradas en el
procesamiento de la memoria semántica.
En esencia, la memoria semántica
es nuestro conocimiento del mundo y la cultura de la que formamos parte.
Representa el contexto de nuestras vidas, un cúmulo de nombres y conceptos
comunes del tipo de “¿Cuál es el color azul?” o “¿Quién es Ringo Starr?”
También puede ser efímera. A medida que la gente envejece, la semántica con
frecuencia es una de las primeras formas de memoria que se debilita.
En su estudio anterior, los
científicos de Maryland habían encontrado que un programa de 12 semanas de
caminar sobre una cinta cambiaba el funcionamiento de partes del cerebro
relacionadas con la memoria semántica. Al cabo de cuatro meses de ejercicio,
dichas partes desarrollaban menos actividad durante los tests de memoria
semántica, lo cual constituye un resultado deseable. Esa menor actividad indica
que el cerebro se ha vuelto más eficiente para procesar la memoria semántica
como consecuencia del ejercicio y requiere menos recursos para acceder a los
recuerdos.
Ahora, para el estudio nuevo,
publicado en abril en el Journal de la Sociedad Internacional de
Neuropsicología, los científicos se propusieron rastrear y diseccionar los
pasos que intervienen para llegar a ese estado. Específicamente querían
averiguar cómo determinado ejercicio individual podía cambiar el modo en que el
cerebro procesa los recuerdos semánticos.
Demuestran que daño cerebral
provocado por el alcohol no cesa al dejar de beber
Entonces reunieron a 26 hombres y
mujeres de buena salud, de entre 55 y 85 años, que no tuvieran problemas serios
de memoria y les pidieron que fueran dos veces al laboratorio. Allí permanecían
quietos o pedaleaban en una bicicleta de ejercitación durante 30 minutos,
rutina que los investigadores confiaban en que los estimularía sin extenuarlos.
Luego, los voluntarios ingresaban
a un escáner para resonancia magnética cerebral y veían pasar nombres que
destellaban en un monitor de computación colocado arriba de sus cabezas.
Algunos nombres eran famosos, como, digamos, Ringo Starr, mientras que otros
simplemente se habían tomado de la guía de teléfonos local.
El síndrome de la fatiga crónica,
un trastorno que afecta a millones y muchos médicos no ven
Los nombres famosos son un
elemento importante de la memoria semántica; a los voluntarios se les pedía que
apretaran un botón de la pantalla cuando reconocían nombres de celebridades y
un botón diferente cuando el nombre no les resultaba familiar. Mientras tanto,
los investigadores rastreaban la actividad cerebral en su conjunto, además de
las de las partes involucradas en el procesamiento de la memoria semántica.
Los científicos esperaban que las
zonas necesarias para el funcionamiento de la memoria semántica estuviesen más
tranquilas después del ejercicio, como había ocurrido después de semanas de
workout, dijo Carson Smith, profesor adjunto de kinesiología y director del
Laboratorio para la Salud Cerebral de la Escuela de Salud Pública de la
Universidad de Maryland, que supervisó el estudio
Pero no fue eso lo que ocurrió.
En cambio, las partes del cerebro más vinculadas con la memoria semántica
burbujeaban de actividad mucho más cuando la gente había hecho ejercicio que
cuando descansaba.
Al principio, los investigadores
estaban sorprendidos y desconcertados por los resultados, dijo Smith. Pero
luego empezaron a conjeturar que estaban viendo el comienzo de una reacción
ante el ejercicio.
“Hay una analogía con lo que pasa
con los músculos”, sostuvo el científico.
Cuando las personas empiezan a
hacer ejercicios, señala Smith, los músculos se les tensan y les arden por la
energía. Pero cuando entran en estado, esos mismos músculos responden más
eficientemente, emplean menos energía para el mismo trabajo.
Sospechan los investigadores que,
de la misma manera, el pico de actividad cerebral después de una sesión de
bicicleta es el preludio a una remodelación de tejidos que, con ejercicio
continuado, mejora la función de esas áreas.
Fuente: New York Times