Hay nombres que imponen respeto
solo con decirlos en voz alta, por pura cuestión de fonética. No es lo mismo
llamarse Hércules Pecoraro que de cualquier otro modo. Nadie es responsable de
las denominaciones que le han elegido sus padres, pero en ellas va expresado,
consciente o inconscientemente, todo lo que esperan, sueñan y desean de sus
hijos. 94 años después de recibir ese mandato invisible, quien estreche la mano
de Don Hércules Pecoraro puede afirmar que aquel mandato tácito se ha cumplido
con creces.
La postura erguida, la espalda
ancha, el pulso firme, la mente lúcida y un nivel de actividad envidiable
desmienten la edad de este personaje porteño que encierra muchas vidas en una
sola. Nacido y criado frente al viejo Gasómetro de San Lorenzo, el hombre que
se jacta de no haber dormido nunca "más de una o dos horas por noche"
jamás dedicó su tiempo al aburrimiento. Quiso ser futbolista, fue y todavía es
un pianista de primer nivel, trabajó muchísimos años en la antigua y
archiconocida casa de especias Coquito y desde hace un par de décadas se
convirtió en referente de un entretenimiento que, en silencio, empieza a
convertirse en el nuevo deporte nacional: el tejo.
"Empecé a jugarlo hace más
de 20 años en la Bristol de Mar del Plata, adonde voy todos los veranos",
cuenta tirando del archivo de su memoria intacta, "ya en aquel entonces
organizábamos campeonatos con premios y todo".
Al oído desprevenido puede
sonarle extraño relacionar el tejo, al que todos conocemos como un divertimento
estival para pasar el rato en las playas, con un deporte, pero los datos son
contundentes. Sin cifras exactas, se calcula que alrededor de mil clubes, casi
la mitad de ellos en CABA y la provincia de Buenos Aires, extienden su
práctica. Cada fin de semana, los torneos se multiplican por buena parte de la
geografía del país -Córdoba, Entre Ríos, Río Negro.- y, como ocurre con el
fútbol 5, resulta imposible calcular la cantidad de gente que diariamente se
junta a jugar o entrenar. "El gran público desconoce la actividad, pero el
movimiento que hay es impresionante", afirma Edgardo Tessone, quien fue
presidente de la Asociación Internacional de Tejo y hoy ejerce como árbitro.
Hércules Pecoraro estuvo entre
los fundadores de la AIT, más tarde fue secretario y hoy es socio honorario.
Sin duda, uno de los hombres más respetado por este mundo subterráneo que
empieza a salir del anonimato. "Cuando conocí a Tessone empecé a jugar en
su club, el Círculo de Suboficiales de la Policía Federal, pero enseguida
decidí armar canchas en el mío, el del Sindicato de Empleados de Comercio en
Ezeiza", relata el hijo de Agustín, quien llegó a ser primer violinista
del Teatro Colón y, al mismo tiempo, responsable de la subcomisión de fútbol de
San Lorenzo en los años 30: "Mi padre fue el que trajo a Petronilo y
Waldemar De Brito a Boedo. Y un tiempo después al vasco Lángara", señala
con indisimulable orgullo Don Hércules.
Como las notas en un pentagrama,
la charla salta del tejo al fútbol, de este a las teclas del piano -"Toco
todos los días, los vecinos me piden que deje la puerta del departamento
abierta para escucharme", asegura con satisfacción- y de la música a los
recuerdos personales, muchos de ellos atesorados en un cuaderno en cuyas hojas
aparecen recortes y anuncios de lo que fue su paso por los escenarios de clubes
y salones de baile.
Fuente: https://www.lanacion.com.ar/deportes/tejo-nid2268497