Hay que
eliminarla redistribuyendo las potestades recaudatorias entre la Nación y las
provincias en función de las responsabilidades que cada una tiene asignadas.
Esto contribuiría a una mejor gestión del Estado y más calidad de vida para la
gente, según sostiene el reciente informe de la consultora IDESA.
En la
discusión parlamentaria por la ampliación del presupuesto nacional, los
representantes de las provincias del interior plantearon sus objeciones a los
subsidios al transporte que recibe el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA)
por parte del Estado nacional.
No se
cuestionó la falta de pertinencia de que la Nación se inmiscuya en un tema
claramente local, como es el transporte urbano e interurbano. El reclamo fue
por la arbitraria distribución de los fondos. Finalmente, la puja se zanjó
estableciendo que el Estado nacional también asignará $9.500 millones este año
para subsidiar el transporte del interior.
La teoría
sobre el federalismo fiscal señala como buena práctica organizacional asignar
las potestades tributarias entre jurisdicciones en línea con las
responsabilidades. De esta forma, el ciudadano tiene en claro qué servicios
está recibiendo por los impuestos que paga y cuál es la jurisdicción
responsable por rendir cuenta en la calidad de dichos servicios. Esta es la
base de la organización de países federales desarrollados, como Estados Unidos.
¿Cómo está
estructurado el federalismo en Argentina? Según datos del Ministerio de
Economía correspondientes al 2019, la presión impositiva total fue de 28,5% del
PBI. Esta presión impositiva se generó y distribuyó de la siguiente manera:
El Estado
nacional recaudó 23,7% del PBI de los cuales se quedó con 16,0% del PBI.
Los
restantes 7,7% del PBI los manda vía coparticipación a las provincias.
Las
provincias, por su parte, recaudan por sí mismas sólo el 4,8% del PBI.
Estos datos
muestran, en primer lugar, que el Estado nacional se encarga de recaudar la
mayor parte de los impuestos (82%) y se queda con una alta proporción de ellos
(67%). En segundo lugar, que las provincias recaudan una parte menor (18% del
total). Como la mayor parte de los servicios están a cargo de las provincias se
produce un enorme desbalance. Este desbalance se cubre con transferencias
automáticas a través de la coparticipación (en promedio aporta el 62% de los
recursos de las provincias), transferencias discrecionales y gasto del Estado
nacional en funciones que son provinciales.
Incentivos
perversos
El esquema
genera incentivos muy perversos que están entre los principales factores que
explican la decadencia argentina. Los dirigentes provinciales no están
inducidos a desarrollar la competitividad de sus provincias para así tener una
base sustentable de recursos fiscales. La provincia que prospera engrosa la
recaudación nacional que mayoritariamente es apropiada por la Nación y por el
resto de las provincias. En otras palabras, el incentivo no es agrandar la
recaudación sino rapiñarla.
La
distribución de recursos a través de la coparticipación es arbitraria e
injusta, pero al menos es automática. Peores impactos generan las
transferencias discrecionales y los gastos que hace la Nación en servicios a
cargo de las provincias, afirma IDESA.
En el 2019,
los subsidios a la energía y al transporte representaron 1,6% del PBI y las
transferencias a provincias de los programas nacionales (salud, educación,
desarrollo social, seguridad, medioambiente, vivienda y urbanismo) otro 0,8%
del PBI.
Estas
transferencias, que en la actualidad son muchos mayores a las relativamente
bajas del año pasado, son más nocivas que la coparticipación. Para los
funcionarios nacionales es irresistible la tentación de usarlas para doblegar
voluntades políticas en el interior. Mientras que para las dirigencias
provinciales resulta más fácil andar mendigando migajas del poder central en
lugar de ponerse a gestionar como corresponde los servicios que debe brindarle
a la gente.
El actual
esquema de distribución de recursos fiscales desalienta el esfuerzo, la
creatividad, la innovación y el desarrollo productivo. Pero premia la
mediocridad. Esto no cambia reformando la coparticipación. Mucho más conducente
es eliminarla y que cada provincia recupere potestades tributarias para
autofinanciarse. Para las provincias del norte, que por su rezago relativo
pueden no autofinanciarse, se debe contemplar un fondo de convergencia que
cubra las brechas de financiamiento y las induzca a acelerar su desarrollo.
Fuente: https://mercado.com.ar/economia-y-politica/fin-de-la-coparticipacion-y-mas-autonomia-provincial/