Es bueno recordar que, pocos meses atrás, los
principales candidatos a presidirnos coincidían en que para lograr el
desarrollo de la Argentina había que atacar las causas que generaron el
estancamiento del país de más de dos años. Coincidían también que la falta de
acuerdo con los acreedores externos era una de las principales causas.
Por ende, la inacción sobre la cuestión no era una
opción válida. Consecuentemente, es muy importante que el Gobierno nacional,
transcurridos poco menos de 90 días de la asunción, haya cerrado un
"preacuerdo" con el 85% de los tenedores de la deuda no
reestructurada, holdouts o buitres o como se los quiera llamar. Un muy buen
trabajo de los funcionarios involucrados.
Dicho esto, ahora es la oportunidad del Congreso de
la Nación para estar a la altura de las circunstancias y tratar y aprobar en
tiempo y forma (con los debates pertinentes) la ley ómnibus que deroga las
leyes Cerrojo, la de Pago Soberano, y que autoriza la emisión de deuda para
terminar el tema.
Deberíamos pensar que, nuestros diputados y
senadores saben y entienden que si queremos crecer y desarrollarnos en forma
sostenida en el tiempo, es necesario cerrar este capítulo y acceder a los
mercados internacionales de crédito. Saben también, aunque algunos no lo digan,
que hay que disminuir el déficit fiscal, restringir la creación de dinero
primario, controlar la inflación y que no hay margen para incrementar la
presión fiscal sobre la gente y las empresas.
Para aquellos que se oponen y expresan que el
acuerdo con los buitres significa incrementar la deuda argentina, es bueno
recordarles que el capital de la deuda no reestructurada oportunamente
(aproximadamente u$s 7.000 millones) está registrado en las cuentas oficiales
del país; y que con el preacuerdo que deben aprobar (con la debida antelación
al próximo 14 de abril y no 48 hs. antes) no importa aumentar la deuda sino por
el contrario limitarla y parar el taxi de los intereses judiciales que
irracionalmente se dejó crecer. Sería bueno saber por qué, si pagan en tiempo y
forma sus deudas o las refinancian para no incrementarlas, cuando administran
los bienes de todos pretenden lo contrario.
Para poner el tema en perspectiva, tengamos
presente que el Producto Bruto Interno (PBI) de Argentina en el 2014 fue de u$s
550 mil millones y que con el rechazo del preacuerdo están hipotecando el
desarrollo del país por un problema que representa entre el 2 y 3% del PBI.
Debieran comprender que cerrar el problema significa
bajar el costo del endeudamiento del país entre 2 y 3 puntos porcentuales y que
con el transcurso del tiempo el mero ahorro en los intereses paga el acuerdo.
Justamente, el preacuerdo significa lo que toda persona, comerciante o empresa
quiere cuando debe pagar de contado, por una sentencia judicial, una deuda
vencida con altos intereses punitorios: que alguien financie a bajo interés y a
largo plazo el pago de su deuda.
Ahora bien, la baja en el costo del capital no
beneficia sólo al Estado sino también a las personas y a las empresas.
Como detallaré a continuación, tampoco es la única
ventaja, por eso, el beneficio de acordar y promover el desarrollo del país es
inmensamente superior al de reconocer el costo de un juicio perdido.
Hacerlo generará un importante incentivo para
atender las necesidades de inversión por aproximadamente unos u$s 300 a 500 mil
millones (de la determinación del rango y el plazo dependerá la velocidad del
desarrollo del país) que hoy tienen sectores claves como los de infraestructura,
comunicaciones, petróleo, minería, gas y electricidad, entre otros.
Este objetivo, permitiría que el país crezca a un
ritmo del 5% acumulado anual, que se traduciría en más integración e igualdad
de oportunidades para todos.
Por otra parte, dado que el empleo de calidad solo
se obtiene con inversiones la contrapartida es la creación de más de 3 millones
de nuevos puestos de trabajo en el término de diez años.
El capital en el mundo está disponible. Sólo hay
que atraerlo con reglas de juego claras, estables y confiables para desarrollar
nuestras potencialidades y ganar competitividad.
Espero y pido que ante esta nueva oportunidad para
lograrlo, los que decidan estén a la altura de la circunstancias y no metan la
cola con los egoísmos partidarios y los intereses sectoriales, en perjuicio de
la sociedad en su conjunto. Porque cada crisis se paga con años de retraso y
postergación. Los invito a pensar en grande y en todos.
Fuente: http://www.ambito.com/noticia.asp?id=830176