Aurelia
trabajó durante 20 años en la Fiscalía Federal Civil, Comercial y Contencioso
Administrativo N° 1 de San Martín bajo la titularidad, en ese período, del
fiscal Miguel Ángel Blanco. Durante esas dos décadas fue naturalizando muchas
cosas: no se ataba el pelo para que su cuello no llamara la atención, dejó de
usar pantalones de colores claritos para evitar que se marque su ropa interior,
cambió los tacos por zapatos chatos, guardó el perfume que le gustaba usar
todos los días. Pequeños gestos, casi imperceptibles en los vaivenes
cotidianos, para evitar una misma cosa: llamar la atención de su jefe.
El
trabajo en la fiscalía fue su primer trabajo. El Fiscal Blanco la esperaba en
la parada del colectivo para llevarla al trabajo, le regalaba flores y
tarjetas, le comentaba la ropa, la piel, el cuerpo; la piropeaba, le preguntaba
cosas íntimas sobre su vida personal, qué malla usaba en las vacaciones y qué
ropa interior le gustaba más, si hacía topless, que no le fuera a contar qué
hacía con el marido, que se pondría celoso. Había veces que el acoso era más
perceptible: una vez la llamó a su despacho para mostrarle unos videos porno
que había traído de sus vacaciones en Taipéi. Otra, la llamó para mostrarle un
artículo sobre los beneficios del sexo oral. Y la última, la que voló todo por
los cielos, fue la vez que le dijo “sabés qué tenés que hacer para que te
nombre” luego de comentarle que se abría una vacante para la que ella estaba
muy calificada.
Aurelia
se levantó y se fue del despacho. No contestó. Entonces a los pocos días
comenzaron las represalias: una compañera la denunció penalmente por haber rayado
su auto. En la causa la indagaron sin mostrarle la prueba, no la dejaron
declarar. Terminó en probation. Contra ella declararon sus propios compañeros
de trabajo en base a lo que vieron en el video: un video que no muestra, ni por
cerca, que ella hubiera rayado el auto de su compañera. Un día antes de la
feria de 2017 Blanco le avisa: “el lunes no venís a trabajar más acá”. Le llegó
un mail de la Procuración avisándole que la trasladaban de fuero y de distrito.
Pasó a trabajar, luego de 20 años en el fuero civil en San Martín al Criminal y
Correccional en San Isidro. Al escuchar la explicación de Aurelia sobre su
experiencia en la fiscalía de Blanco, sin embargo, el fiscal del daño resolvió
enviar la causa a la UFI 14 de San Martín, especializada en delitos contra la
integridad sexual. Allí se resolvió que se estaba ante el delito de abuso
sexual simple.
“Nunca
me imaginé esto”, explica Aurelia a Tiempo Judicial. “Estaba tan naturalizado.
Él había hecho cosas, pero yo siempre sentí que no tenía herramientas para
defenderme”. Luego de que la fiscalía en la que cayó la causa se declarara
incompetente, pasó directamente a la jurisdicción del imputado, Blanco, en San
Martín: el fiscal sería Jorge Sica, que durante 20 años fue su compañero.
Aurelia lo recusó pero la recusación fue rechazada. Empezó una batalla que
continúa hasta hoy con la jurisdicción entera.
La violencia, el sobreseimiento
Una
de las modalidades de violencia contempladas en la Ley 26.485 de protección
integral a las mujeres es la de violencia laboral. El artículo 6 define, bien
claro que la violencia laboral es “aquella que discrimina a las mujeres en los
ámbitos de trabajo públicos o privados y que obstaculiza su acceso al empleo,
contratación, ascenso, estabilidad o permanencia en el mismo (...)".
Asimismo, incluye el hostigamiento psicológico en forma sistemática sobre una
determinada trabajadora con el fin de lograr su exclusión laboral”.
La
violencia laboral, como tantas otras del paraguas amplio de la violencia de
género, es sistemática pero muchas veces dispersa: se teje en comentarios,
gestos, prácticas, amedrentamientos, amenazas sutiles. El Informe Estadístico
sobre Violencia Laboral elaborado por la Oficina de Asesoramiento sobre
Violencia Laboral (OAVL) del año 2017, el tipo de violencia denunciada por
mujeres en el ámbito laboral fue en un 87% psicológica, un 10% sexual y un 3%
física. El 33% de las denunciantes, como es en el caso de Aurelia, tuvieron que
recurrir a algún tratamiento psicológico o psiquiátrico por el padecimiento de
estas violencias.
La
calificación de abuso sexual simple en el ámbito laboral fue llamativa porque
la violencia de género, justamente, se organiza con inteligencia, y reposa en
redes de complicidad machistas históricas, muchas veces también imperceptibles.
El sobreseimiento de Blanco por parte de sus pares tardó diez meses en llegar.
El fallo cita la Ley Micaela, obtenida con la lucha del movimiento feminista, y
hace su propia interpretación: analiza toda la prueba por separado y sin
contexto. “Lo del artículo que me mostró sobre el sexo oral, por ejemplo,
aparece; pero dicen que no pueden comprobar que lo haya impreso él”, recapitula
Aurelia.
El
fallo dice que “no [se] alcanza a advertir de qué forma el titular de la
dependencia podría haber llevado a cabo, reiteradamente y a la vista del
personal, el obsceno accionar descripto, sin que ninguno de quienes allí
trabajaban se percatara jamás de ello”. Se basa en los testimonios de los
mismos empleados del fiscal que sumarió a Aurelia por haberlo contradicho, por
no haber acatado su orden, por haberse levantado en silencio y abandonado el
despacho.
“Perspectiva
de género no es sólo escuchar a la víctima y citar leyes”, resalta Melisa Sol
García, de ABOFEM, organización que presentó un amicus para apoyar la apelación
al sobreseimiento. El amicus fue rechazado. “Hace falta ponderar la prueba y
los testimonios planteando la asimetría de poder”, agrega. Las abogadas
feministas llegaron a los debates públicos justamente para reponer aquello que
el mismo sistema judicial no está logrando hacer: la normativa no alcanza si no
se observan las prácticas como sistema, si no se distinguen las
particularidades de esos sistemas y, ante todo, no se reconocen las dinámicas
de poder que organizan y hacen posibles las estructuras violentas. Es que la
perspectiva de género no alcanza si es empleada como revestimiento discursivo
de una medida que no cuestiona el poder de un varón con autoridad sostenida por
veinte años.
Dar la batalla
A
tres años del día en el que la cambiaron de fuero y jurisdicción y la llamaron
a silenciarse, Aurelia habla con claridad y convicción. Luego de haber pasado
por tratamiento psiquiátrico, ataques de pánico y angustia en su nuevo lugar de
trabajo, ganó la fuerza para continuar su reclamo. “Estoy en un grupo de
WhatsApp con muchas chicas del Ministerio Público Fiscal, muchas tuvieron
problemas como yo pero ninguna se animó a hacer la denuncia”, relata. “Es una
lucha que remo en dulce de leche”. Estuvo a punto de abandonar la justicia, lo
habló con gente de su confianza, pero decidió no hacerlo. “Yo siempre fui la
justicia, y cuando me tocó estar del otro lado lo sufrí". Fue cuando la
acusaron de haber rayado el auto que le tocó estar del otro lado por primera
vez. “Me hicieron bolsa, me obligaron a agarrar la probation porque iba a
perder el juicio e iba a perder mi trabajo. No tenían pruebas, los testigos no
eran testigos de los hechos”. Uno de sus compañeros de trabajo, llamado como
testigo, llegó a decir que reconocía que era Aurelia la del video que le
mostraron porque ‘tenía tacos altos y un pantalón ajustado’.
Carolina
Lospennato, trabajadora judicial y dirigente sindical, acompañó a Aurelia en su
lucha. “Venimos hace rato viendo como se cierran puertas. Es difícil poder
avanzar cuando todo el tiempo se cierran puertas, pero no perdemos la
esperanza”, explica. Carolina, quien también integra la Mesa de Mujeres de la
U.E.J.N., describe que el MPF y el Poder Judicial están articulados en sus
redes de complicidad en estos casos. Y no es casual que no haya dentro de ellos
ningún mecanismo para tramitar las violencias como la que sufrió Aurelia.
“Lo
único que tiene la empleada o empleado judicial es venir al gremio. No hay
instrumentos hacia adentro para abordar este tipo de situaciones. Hemos sido
altamente creativos como gremio porque cuando se dan estas situaciones lo
primero que se despliega son las redes de complicidad”, sostiene.
En
el caso de Aurelia, explica Lospennato, se vuelve a lo mismo: la Justicia
Federal es muy poderosa y llena de varones, que sostienen sus redes de
complicidad. “La Cámara de San Martín es una de las más poderosas, el acto de
coraje que tuvo Aurelia es inmenso, son ámbitos muy endogámicos y puede pasar
que se quede con la causa un fiscal amigo para controlarla y se encontró con
una querella que le dio pelea”, relata. Y por ello, explica, hace falta que
haya mecanismos específicos de protección en estas situaciones.
Sin
mecanismos de respuesta y atención, denunciar acoso laboral en el contexto del
Ministerio Público Fiscal o el Poder Judicial es básicamente pedirle al aparato
que vulnera derechos que juzgue aquella vulneración. “El poder judicial es
patriarcal, hay muchas conductas abusivas naturalizadas, muchas veces ves que
las propias víctimas ni siquiera entran en conciencia del propio abuso”,
describe, demostrando que la situación de Aurelia no fue ni la única ni la
excepción, sino la regla en estos casos.
Por
ello, la dirigente sindical explica que el cambio es en todos los niveles. “Hay
que romper esa conducta, poder verla, reconocer el abuso y a partir de ahí
poder avanzar. En la red del abusador muchas veces se incluyen los compañeros
de trabajo, esa persona opera y te pone en contra quizás a toda la dependencia
con la que trabajaste. Ahí empiezan a circular los discursos en contra de la
víctima, que no tiene herramientas para defenderse”, concluye.
***
Hoy,
a pesar de que el fiscal Blanco se jubiló -le aceptaron la renuncia en marzo-,
sigue trabajando como fiscal y tiene a su cargo la unidad de Derechos Humanos.
Pero la experiencia de haber estado del otro lado, lejos de expulsarla, le dio
a Aurelia más energía para continuar peleando por una justicia real. “Ahora
estoy en el fuero penal y hay mucho por hacer. Si mi trabajo sirve para que
este sistema sea más justo, voy a pelearla”
El 31 de julio el Juzgado Federal en lo Criminal y Correccional de San Martín sobreseyó al fiscal Blanco, la causa fue apelada y ABOFEM presentó un amicus para acompañar la apelación, pero fue rechazado. Sin embargo, la organización, el gremio y Aurelia no bajan sus brazos: continuarán pidiendo que se cumpla con la obligatoriedad de la perspectiva de género en este proceso y en todos los demás.
Fuente: http://tiempojudicial.com/2020/10/20/violencia-de-genero-que-pasa-cuando-la-justicia-se-juzga-a-si-misma/