La pandemia de
COVID-19 ha elevado el nivel de atención de la opinión pública hacia la
actividad científico-tecnológica, y como en otros ámbitos, nos ha forzado a
cambios y reflexiones que ofrecen interesantes oportunidades a futuro. Veamos
tres ejemplos.
Los sistemas de
financiación de investigaciones de todo el mundo han acelerado sus procesos de
evaluación y decisión para proyectos relacionados con COVID-19, pasando de
entre 6 y 9 meses (en Argentina 9 a 18 meses) a plazos de entre 48 horas a unas
pocas semanas.
¿Podremos tomar
esta enseñanza y pasar a evaluar el mérito de proyectos de investigación en
cuestión de horas o semanas en condiciones normales? Uno puede pensar que
acelerar estos procesos tiene aparejado un mayor riesgo o una menor calidad, pero
la rápida acción de los sistemas de financiación puede producir cambios muy
positivos.
Frecuentemente, y
sobre todo en proyectos de vanguardia, los largos tiempos de respuesta hacen
que el proyecto en cuestión haya perdido relevancia al momento de comenzar. En
consecuencia, se termina realizando una investigación diferente con la
financiación otorgada, lo cual impide evaluar el cumplimiento de las propuestas
con políticas de trazabilidad y responsabilidad.
La decisión de
financiación acelerada resuelve este problema y tiene otra importante ventaja.
Cuando las propuestas se hacen para comenzar de inmediato, el equipo de
investigación está reunido y listo para empezar.
La rápida acción
capta la energía y el entusiasmo de los investigadores, aumentando la
probabilidad de obtener resultados innovadores y creativos.
Otro efecto de la
pandemia es que se ha reflotado con fuerza la idea de que todo el conocimiento
científico debería ser de acceso abierto.
La comunidad
editorial ha sido elogiada por proporcionar acceso libre y gratuito a
publicaciones científicas relacionadas con COVID-19, que normalmente son de
acceso pago. Sin embargo, existe otro inconveniente. Tradicionalmente, los
resultados científicos solo son publicados luego de un proceso de revisión por
pares que puede demorar meses o años.
La urgencia ha
hecho que investigadores, empresarios y políticos hayan recurrido a manuscritos
auto-publicados (preprints) para identificar nuevos datos importantes en tiempo
real. Si bien la publicación con revisión por pares ofrece una clara ventaja
hacia la calidad, no es infalible.
Experimentos
Una encuesta
realizada por la revista Nature en 2016 reveló que más del 50% de los
investigadores encuentran problemas para reproducir experimentos publicados.
Todo esto expone que el sistema para compartir avances científicos se está
volviendo obsoleto: es lento, su capacidad de controlar la calidad es limitada,
y además es altamente costoso (por este motivo Alemania, Suecia, Hungría,
Noruega y la Universidad de California cancelaron sus suscripciones con
Elsevier, uno de los gigantes editoriales del mundo científico).
Por suerte la
solución está disponible. Es fácil imaginar un repositorio universal de
resultados científicos, mantenido multilateralmente por los gobiernos, donde
cada investigador o grupo de investigación pueda publicar sus resultados apenas
los considere de utilidad, sometiéndolos (junto a su propia reputación) a la
evaluación abierta por parte de toda la comunidad científica.
Las publicaciones
podrían comentarse, actualizarse, ampliarse y eventualmente rectificarse de
modo dinámico. Servidores como Arxiv, Biorxiv, Chemrxiv, o Medrxiv ya vienen
cumpliendo este propósito y podrían ser semillas para este cambio de paradigma.
Por último,
COVID-19 ha dado lugar a una integración mayor de la ciencia con la sociedad, y
en algunos casos hasta con las políticas que los gobiernos de todo el mundo han
adoptado para hacer frente a la propagación del virus. Esto abre una
oportunidad para fortalecer el rol de la ciencia en la toma de decisiones
políticas basadas en evidencia, y revertir la tendencia de que “todas las
opiniones valen por igual”.
En Argentina, esto
tiene un carácter de orden aún superior. Si queremos poner a nuestra nación en
un sendero de desarrollo, debemos abrazar el concepto de una ciencia vigorosa y
de excelencia, y de desarrollos tecnológicos propios como las llaves para el
crecimiento económico sustentable y el bienestar.
Debemos abandonar
la conceptualización de la ciencia como un bien meramente cultural y la idea de
que la tecnología es algo que se adquiere en el exterior cuando uno lo
necesita.
Las tecnologías
claves para la competitividad no pueden comprarse cuando uno quiere. COVID-19
nos lo muestra en la cara, nos encontramos con el país parcialmente en pausa, a
la espera de conseguir una vacuna de proveedores extranjeros.
(*) Profesor del
Departamento de Física, Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, UBA.
(Publicado originalmente en la
edición impresa de Mercado dedicada al 51 aniversario de la publicación)
Fuente: https://mercado.com.ar/para-entender/decisiones-politicas-basadas-en-evidencia-2/