A fines de agosto Vladimir Putin
anunció por televisión que Rusia había aprobado la vacuna Sputnik V, la primera
vacuna nacional contra la Covid-19. En esa oportunidad, dijo que era
“suficientemente efectiva, que ayudaba a desarrollar inmunidad y que fue
sometida a todas las pruebas necesarias”.
Lo cierto es que los científicos rusos
no habían publicado ninguna información sobre las pruebas de Fase I y Fase II y
ni siquiera habían comenzado con las de Fase III , que inocula la vacuna a un
número mucho más grande de voluntarios usando un placebo como control. No
obstante, relata Joshua Yaffa, quien viajó a Rusia enviado por The New Yorker
para conocer detalles del desarrollo, la Sputnik V ya se estaba haciendo un
lugar en la sociedad rusa. Ya la había recibido una hija de Putin y había
tenido un poco de fiebre que desapareció al primer día.
El nombre de la vacuna fue idea de
Kirill Dmitriev, director del Russian Direct Investment Fund (R.D.I.F.), el
fondo soberano de riqueza que respalda financieramente el proyecto. Hablando
del nombre, Dmitriev no eludió decir que Sputnik alude a la rivalidad histórica
entre las superpotencias. La V representa “vacuna”. Sputnik fue el nombre del
primer satélite en ser lanzado al espacio, y lo hizo la Unión de Repúblicas
Socialistas Soviéticas (URRS) en 1957. “Los norteamericanos se sorprendieron
cuando escucharon las señales del Sputnik. Y lo mismo ocurre con esta vacuna.
Rusia lo hizo primero. El ministro de salud de Rusia, Mikhail Murashko, dijo
que la Sputnik V es “la primera vacuna contra la infección del nuevo
coronavirus”. Y un programa de televisión de la Rossiya-1 proclamó:, “Del mismo
modo que hace unos sesenta años, los diarios del mundo vuelven a mostrar la palabra
Sputnik Y el presentador decía que la vacuna rusa representaba un punto de
quiebre en la lucha contra la pandemia”.
Sputnik V fue desarrollada en la
Instituto Gamaleya, en Moscú, donde se habían producido vacunas para el Ébola y
el MERS (enfermedad respiratoria similar a la Covid-19 que apareció en 2012 en
Arabia Saudita) . Pero ninguna de esas dos vacunas se habían empleado fuera de
Rusia. Con muy poca información pública sobre la SputnikV surgió el
interrogante: ¿Era un verdadero avance científico o el dudoso resultado de un
proceso a las apuradas?
En el pasado habían sido necesarios
años y hasta décadas antes de poder llevar nuevas vacunas al mercado. Las
vacunas atenuadas, como las del sarampión, las paperas y la rubeola, implican
debilitar un virus hasta que su fortaleza no sea peligrosa; las vacunas
desactivadas, como las de la gripe, vuelven inerte al virus. Desarrollar esas
vacunas es un proceso complicado de prueba y error. La investigación en vacunas
mRNA—que son sintéticas y llevan una porción del código genético del virus –
comenzó en los años 90. La tecnología mRNA es extremadamente simple, casi como
programar un software. Moderna, una compañía farmacéutica fundada en 2010 con
especialización en mRNA, creó su prototipo de vacuna durante un fin de semana
en enero 2020. A mediados de marzo, Pfizer junto a la alemana BioNTech,
presentó 20 aspirantes a vacunas que para abril se habían reducido a cuatro.
Una vacuna vectorizada
La Sputnik V—como la desarrollada por
la de la Universidad de Oxford y AstraZeneca en Gran Bretaña, la Cansino
Biologics en China y la Johnson & Johnson en Estados Unidos – es lo que se
conoce como una vacuna vectorizada. Es una vacuna mucho más nueva que la
atenuada o la desactivada pero tiene mejor desempeño que la variedad mRNA. En
los 90, los científicos comenzaron a explorar el uso de virus incapacitados
como “vectores” o transportadores para implantar material genético en células
humanas. Pronto, las compañías farmacéuticas comenzaron a contemplar su
aplicación para vacunas. . Un vector es un caballo de Troya para entrar y
liberar lo que uno quiera “, explica un virólogo ruso-norteamericano.
Para el momento de la aprobación de la
Sputnik V, Moderna y Pfizer estaban a meses de anunciar los resultados de sus
pruebas de Fase III o de pedir la autorización de la FDA para comenzar los
programas de vacunación en gran escala. Los científicos expresaron preocupación
por la velocidad con que la vacuna rusa había sido registrada para uso público
Los científicos de todo el mundo hablaban
de un gran espíritu de colaboración, pero por debajo de la superficie había un
corriente de competencia internacional imposible de ignorar. Cuando Putin
alardeó con la Sputnik, el presidente Trump prometió que habría una vacuna
norteamericana para el otoño (octubre). Gran Bretaña y la Unión Europea,
pendientes de la resolución del Brexit, siguieron diferentes estrategias de
vacunación. El desarrollo de la vacuna se había politizado en todas partes.
El Gamaleya Research Institute of
Epidemiology and Microbiology comenzó como un instituto privado en el siglo 19
y después de la revolución bolchevique fue tomado por el Estado. Recibe el
nombre por Nikolay Gamaleya, un físico que se formó con Louis Pasteur y manejó
la campaña del flamante gobierno soviético para inocular a la población contra
la viruela
El jefe del equipo que desarrolló la
Sputnik V es Denis Logunov, un microbiólogo de 42 años que supervisó el
desarrollo de las vacunas contra el Ebola y el MERS, además de la Sputnik V. En
2014, luego de la aparición del Ebola en Africa occidental, Logunov y otros
científicos del Gamaleya se abocaron a la creación de una vacuna vectorial
usando una forma modificada del adenovirus humano, que causa el resfrío común.
En el verano de 2017, los científicos del Gamaleya enviaron 2.000 dosis de la
vacuna a Guinea para una prueba de Fase III. La organización Mundial de la
Salud aprobó una vacuna de Merk para el Ebola dos años más darte, en 2019.
Logunov recuerda haber leído sobre el
nuevo virus en China al final de 2019 pero no fue sino hasta febrero del 2020
cuandoparticipó en un foro de la OMS en Ginebra sobre Covid-19 que entendió la
escala de la crisis.
Por qué fue rápido el desarrollo
La familiaridad de los científicos del
Gamaleya con vectores de adenovirus les permitió avanzar con rapidez. No
perdieron tiempo preguntándose qué método usar. Se trataba de buscar una
solución rápida mientras se desataba una pandemia.
La principal complicación de usar un
vector de adenovirus es la posibilidad de que el paciente pueda ya tener – o
desarrollar después de la primera de dosis
– inmunidad al vector. Si el cuerpo de una persona reconoce el vector
como un objeto extraño que necesita ser destruido, va a rechazar la carga
genética también y volverá menos efectiva la vacuna.
Los investigadores del Gamaleya
decidieron usar dos vectores separados, como habían hecho con las vacunas para
el Ebola y el MERS. En la primera dosis, el vector sería adenovirus 26; para la
segunda aplicación, que busca inducir inmunidad duradera activando las células
T, eligieron adenorivus 5, la cepa más común.
En menos de dos semanas, incluso antes
de que Moscú declarara la cuarentena, ya estaba listo el prototipo de la vacuna.
En marzo los investigadores vacunaron a ratones y analizaron su sangre para una
respuesta inmune. Luego les tocó a los hamsters y chanchitos de la India
seguidos de macacos y monos. Todos produjeron altos niveles de anticuerpos y
los animales vacunados no se enfermaron.
En abril se vacunó todo el equipo de
investigadores. Vacunaron también a los empleados y a sus familiares.
Dmitriev, el director del R.D.I.F., el
fondo soberano que financia y respalda la Sputnik V explica que eligieron la
vacuna del Instituto Gamaleya entre otras 20 vacunas rusas porque es la más
segura, y la que viene siendo investigada desde hace décadas.
Procesos: por qué buscaron atajos
Logunov insiste en que no fue la
política sino las circunstancias extraordinarias de una pandemia global lo que
hizo que se apartaran de los procedimientos tradicionales. “SI tenemos algo que
es probadamente seguro y que tiene una posibilidad de salvar a una persona, es
poco ético no hacerlo”.
Otros, especialmente en Occidente,
hablan en cambio de falta de transparencia.
Judy Twigg, experta en salud pública
en la Universidad de Virginia cree que Rusia hizo mal al registrar la Sputnik V
antes de tener datos de Fase III. Dada la tradición del país en manipulación de
información, una vacuna rusa está destinada a ser recibida con escepticismo.
A principios de septiembre Logunov y
sus colegas publicaron los resultados de su vacuna en las pruebas de fase I y
fase II en The Lancet. Todos los participantes habían producido grandes
cantidades de anticuerpos y de Células T que combaten la infección y ninguno se
había infectado o desarrollado efectos secundarios. Los autores decían que “la
vacuna es segura, bien tolerada e induce una fuerte respuesta inmune”. A la
publicación le llegaron críticas de expertos occidentales que cuestionaban, más
que nada, la forma en que los investigadores habían realizado el estudio y la
ausencia de datos concretos para que otros saquen sus propias conclusiones.
Logunov se negó as dar datos y explicó
que dar información a cualquiera que la pide es una violación de las normas y
prácticas del desarrollo farmacológico moderno.
Pero los inmunólogos rusos tuvieron
sus defensores en Occidente. Naor Bar-Zeev, profesor de salud internacional de
la Johns Hopkins University, y una de las personas que reseñaron el trabajo
publicado en The Lancet, dijo estar convencido de las explicaciones de los
científicos del Gamaleya. Twigg agregó que no veía “razón alguna para denigrar
la calidad del trabajo de los científicos por cuestiones políticas o de
procesos. Pero, dado el sistema en que operan los científicos y la forma en que
ese sistema se ha comportado en el pasado, se entiende que la gente reaccione
con sospechas”.
Para fines de agosto ya habían
comenzado las pruebas de Fase III de la Sputnik V con la vacunación de 30.000
voluntarios. Pfizer anunció la Fase III el 9 de noviembre y dos días después el
Instituto Gamaleya sacó un comunicado que decía que la Sputnik V era 92%
efectiva. El 16 de noviembre Moderna dijo que la suya era 95% efectiva. Pasó
otra semana y el Instituto Gamaleya actualizó sus cifras provisorias: la
Sputnik era 95% efectiva.
Y así siguieron los meses sucesivos,
con publicaciones de resultados de los diferentes laboratorios y países.
Logunov negó que hubiera presiones políticas detrás de las publicaciones.
Explicó que, cómo Pfizer y Moderna, Gamaleya había publicado sus resultados de
acuerdo con el protocolo de las pruebas. “Es muy triste ver que las sospechas
surgen de que nos ven como un puñado de científicos locos que ponen algo en un
tubito y se lo inyectan a sí mismos.
Para mediados de diciembre y sobre la
base de datos recolectados de unos 23.000 perticipantes en las pruebas de fase
III Gamaleyz publicó su determinación final sobre la eficacia de su vacuna:
91,4%.
Mercados extranjeros
El verdadero éxito de la Sputnik V
está en su popularidad con los mercados extranjeros. Gran Bretaña y la Unión
Europea encargaron suficientes dosis para vacunar a a su población. Covax, un
programa de la OMS que busca asegurar una distribución equitativa de la oferta
de vacunas, ha dicho que contempla la adquisición de la Sputnik V.
“Al fin y al cabo, no importa cuál
vacuna fue registrada antes”, opina Twigg. “Lo que importa es ser capaz de
cubrir una necesidad que otros países no pueden o no quieren”. Este año
Dmitriev espera producir 500 millones de dosis de la Sputnik V a través de socios
con licencia en lo que llama acuerdos de “transferencia de tecnología”. Esos
acuerdos son atractivos especialmente para los países de menores ingresos.
Puede ser más barato para ellos hacer vacunas que competir en el mercado
internacional. Para los que compran directamente de Rusia, la Sputnik V cuesta
menos de 20 dólares las dos dosis, eso es más de lo que cuesta la
Oxford-AstraZeneca pero menos que la de Pfizer y Moderna, que están entre los
30 y 40 dólares. La otra ventaja es logística. SputnikV, como la de Oxford
AstraZeneca puede guardarse y transportarse en un refrigerador médico estándar.
Las vacunas mRNA necesitan temperaturas mucho más bajas.
Hasta ahora, más de 50 países han
encargado la vacuna rusa y media docena proyectan producirla localmente. A
fines de diciembre, cuando las negociaciones entre el gobierno argentino y
Pfizer se estancaron, un avión de Aerolíneas Argentinas partió de Moscú con
300.000 dosis de la Sputnik V la primera tanda de 25 millones que Argentina
aceptó comprar. Kyrgyzstan, preocupado por la cadena de frío que necesita la
vacuna Pfizer, también prefirió la rusa. Hungría también. Brasil estudia la
compra de Sputnik V. Esos acuerdos podrían preparar el terreno para entablar
lazos diplomáticos y comerciales. Según Twigg, “Rusia podría traducir la buena
reputación adquirida en triunfos de otro tipo”.
La versión completa de este artículo apareció
en la edición de The New Yorker del 8 de febrero 2021 con el título “El Plan de
cinco meses”
Fuente: https://mercado.com.ar/para-entender/cronologia-del-desarrollo-de-la-vacuna-rusa/