
El 2020 terminó con una inflación del
36%. Esto es una importante disminución respecto al 2019 cuando la inflación
fue del 54%. La baja tiene que ser evaluada en el contexto muy atípico que
planteó la pandemia y el confinamiento. En abril del 2020, cuando se planteó el
encierro más estricto, la inflación se ubicó en el orden del 1,5% mensual. Pero
a medida que el confinamiento se fue relajando, la inflación aumentó hasta el
4% mensual en diciembre.
La dinámica de los precios y del
funcionamiento de la economía estuvo muy alterada por el aislamiento
obligatorio. El consumo comenzó a recuperarse luego de una fuerte disminución
en abril. La inflación siguió la misma tendencia. Hacia el final del año los
precios crecieron a ritmo similar al registrado antes del confinamiento y se
espera que en enero el alza se acentúe, lo que genera justificada preocupación
en la sociedad. También explica la prioridad que las autoridades nacionales le
están dando a los acuerdos de precios y salarios.
¿Qué puede esperarse en el 2021 con la
inflación? Para aproximar una proyección sirve apelar a los datos del Banco
Central. Según esta fuente oficial, entre diciembre del 2019 y diciembre del
2020 se observa que:
La cantidad de dinero en poder del
público (efectivo, cuentas corrientes y cajas de ahorro) pasó de $2,5 a $4,6
billones, o sea, se expandió en un 84%.
La inflación fue del 36%.
Esto significa que la cantidad real de
dinero en poder del público, descontado el impacto de la inflación, se expandió
un 35%.
Estos datos muestran que la gente hoy
tiene un 35% más de capacidad de compra que cuando comenzó el año. Sin embargo,
el Producto Bruto Interno (PBI), que es la cantidad total de bienes y servicios
disponibles para comprar, se contrajo en el 2020 en un –12%. Que haya más
dinero en poder de la gente y menos oferta de bienes y servicios genera un
desbalance que mantiene una fuerte presión sobre los precios. Esto hace
presagiar que en el 2021 la inflación seguirá creciendo.
Es cierto que parte del desbalance se
corregirá con la recuperación de la producción. Pero los órdenes de magnitud
son muy diferentes. Mientras que el dinero real en poder de la gente aumentó
35%, el gobierno proyecta que el PBI crecerá 5,5% en 2021, 4,5% en 2022 y 3,5%
en 2023. Esto representa un crecimiento de 14% acumulado. En otras palabras, en
el 2023, la cantidad de bienes y servicios disponibles será igual al 2019.
Mientras tanto el déficit fiscal seguirá obligando a emitir y aumentar el
dinero en poder de la gente.
Las autoridades nacionales apelan a
diferentes medidas para contener la inflación. El Banco Central absorbe parte
del dinero emitido con operaciones de pases y Leliq, lo que obliga a pagar
altas tasas interés. Lo mismo ocurre con el Tesoro que emite títulos públicos
atados al dólar con altos intereses para relajar la presión sobre el Banco
Central a seguir emitiendo.
El congelamiento de tarifas también
apacigua el aumento de precios, pero a costa de aumentar los subsidios. Es
decir, todos los instrumentos que usa el gobierno tienden a generar mayor
emisión monetaria a futuro. En este marco, los acuerdos de precios y salarios
pueden ayudar a contener presiones inflacionarias, pero de manera transitoria.
Un ejemplo claro es el reciente acuerdo salarial de bancarios. Se acordó un
aumento del orden del 30% acorde a la inflación oficial proyectada, pero con
cláusula de revisión.
Es decir, ni siquiera un sindicato
oficialista, como el de bancarios, confía en la meta oficial. La inflación es
un fenómeno multicausal, aunque no todos los factores tienen la misma
importancia.
En las actuales condiciones, el
déficit fiscal tiene una incidencia decisiva, especialmente porque el sector
público tiene muy limitado acceso al crédito. Por eso, es clave priorizar. Esto
es, asumir que el ordenamiento integral del sector público es central y los
acuerdos de precios y salarios son una herramienta complementaria y secundaria.
Fuente: https://mercado.com.ar/economia-y-politica/el-dinero-circulante-crecio-35-mas-que-la-inflacion/