TOKIO.- Perdió en el ring y se despidió de Tokio 2020, pero encontró dignidad humana y contención emocional al formar parte de una cita deportiva global. Eldric Sella Rodríguez tiene poco para lamentarse tras ser eliminado por el dominicano Cedeno Martínez en la categoría peso mediano (69-75 kg). En realidad, al calor del fuego olímpico, su vida jaqueada por el drama dio un giro en forma definitiva gracias a los Juegos.
Sella Rodríguez, de 24 años, lanzó cada puñetazo con un necesario cambio de identidad: tuvo que plegar y dejar a un costado la bandera de Venezuela, su patria, para convertirse en el primer miembro latinoamericano del Equipo Olímpico de Refugiados. Tokio 2020 significó su escudo protector y su participación le puso un cierre a una verdadera odisea, desde su condición de promesa del equipo nacional venezolano hasta incorporarse al combinado de refugiados, anunciado en 2015 y establecido por el Comité Olímpico Internacional el 2 de marzo del 2016.
El calvario de Sella es una de las tantas cruentas historias que contiene el Equipo Olímpico de Refugiados, incluido entre las 206 naciones animadoras de estos Juegos bajo la sigla EOR. Son 29 atletas que participan en 12 disciplinas; fueron elegidos en base a su reconocimiento deportivo y tras la confirmación de su estatus de refugiados por las Naciones Unidas.
¿Qué condición debe reunir un refugiado? Es aquel que huye de conflictos armados o persecuciones. Quien en su desesperación, emprende una afanosa búsqueda por cruzar las fronteras nacionales y pide seguridad en otros países. El asilo es la salvación, porque permanecer en su lugar de origen significa una bomba de tiempo, un peligro latente. Están obligados a trasladar sus deseos y sus sueños a otros territorios porque su vida está en juego, ni más ni menos. “Forman un grupo de personas excepcionales que son una fuente de inspiración para el mundo entero”, describe Filippo Grandi, Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados. En la ceremonia inaugural, el presidente del COI Thomas Bach se refirió a ellos: “Es un poderoso mensaje de solidaridad, resiliencia y esperanza que será enviado a todo el planeta”.
El contingente de 29 abarca a deportistas de Afganistán, Camerún, Congo, República del Congo, Eritrea, Irak, Sudán del Sur, Sudán y Siria. Nueve son de Siria, la mayor cantidad del mismo país. Compiten en natación, atletismo, badminton, boxeo, canotaje, ciclismo, judo, karate, tiro, taekwondo, halterofilia y lucha grecorromana.
El relato más cercano a la Argentina es el del venezolano Sella Rodríguez, que abandonó su casa en 2018 víctima de la arrasadora crisis política y económica de Venezuela, cuando era un joven púgil del emblemático Barrio 23 de Enero, en Caracas, allí donde sostenía sus sueños olímpicos. Aquel año fue invitado a un torneo de boxeo en Trinidad y Tobago y aprovechó el viaje para solicitar asilo. Unos 24.000 refugiados y migrantes venezolanos residen en ese país; muchos de ellos se arriesgaron a un peligroso viaje por el mar, aunque más de un centenar murieron en naufragios en los últimos tres años. Eldric pudo haber sido uno de ellos.
Cuando se instaló en la isla, Sella Rodríguez consiguió diversos trabajos para encontrar un ingreso económico, mientras conservaba como podía sus entrenamientos de boxeo. Sus pensamientos nunca se detuvieron: al mezclar concreto en trabajos de albañilería, o cortar el césped en trabajos de jardinería, intentaba figurarse cómo podría ser su camino a los Juegos Olímpicos. Un tema recurrente que le daba vueltas en la cabeza. Llegó a desempeñarse como jornalero en Couva, un pequeño pueblo cercano a Puerto España, antes de que comenzara a triunfar en algunas peleas a las que era invitado esporádicamente.
Pero el camino empezó a allanarse: en 2019 recuperó esa sensación de sentirse boxeador con la conquista de la medalla de plata en el Campeonato de la Asociación de Boxeo de Trinidad y Tobago. Inquieto siempre, encontró luego información en Instagram sobre el primer Equipo Olímpico de Refugiados que compitió en Río 2016. Sabía que allí estaría la llave: tentó a la suerte enviando numerosos correos electrónicos, hasta que en su casilla cayó el mail de la salvación: recibió una beca del COI en el que se le confirmaba su acceso. “Cuando obtuve la aprobación para estar en el programa sentí que estaba de nuevo en mi camino. Me sentí vivo otra vez”.
Y otro caso particular es el de la nadadora Yusra Mardini, que se convirtió dos veces en olímpica tras haber participado en Río 2016 en los 100 metros libres y mariposa. La siria residente en Berlín huyó de su país natal junto con 18 personas en un bote con capacidad para seis; el motor de la embarcación se apagó en medio del Mar Egeo y empezó a hundirse. Ella se metió en el agua junto su hermana y empujaron el bote durante tres horas hasta llegar a tierra, salvándolos. Exhausta y con hipotermia entonces, hace unos días fue la abanderada de la delegación.
Mardini y los otros atletas que debutaron hace cinco años bajo el Cristo Redentor inspiraron la creación de la Fundación Olímpica para los Refugiados, cuyo objetivo es dar acceso al deporte a un millón de jóvenes refugiados de cara a París 2024. Los deportistas reciben una beca y en estos últimos cuatro años se invirtieron dos millones de dólares en el desarrollo de los atletas refugiados.
Fuente: https://www.lanacion.com.ar/deportes/equipo-de-refugiados-historias-de-vida-dramaticas-que-se-reparan-con-el-deporte-nid26072021/