Los cinco policías fueron condenados y los familiares de Ismael Lucena se mostraron conformes con el fallo de los jueces por su crimen. Al enterrar al joven víctima de homicidio, su cuñada tiró un poco tierra al cajón y le juró: “me la van a pagar”
“Voy a decir toda mi verdad y que la gente saque
sus conclusiones”, aseguró Mondino Becero, el principal acusado por la muerte
de Ismael Lucena, mientras paseaba su imponente figura por los pasillos de
Tribunales. Y cumplió. Pasó a decir sus últimas palabras frente al tribunal
antes del veredicto y explicó: “si lo hubiese querido matar, le hubiese pegado
un tiro”. Sabía que su situación era complicada y en su último recurso, señaló
que la escopeta del también imputado por homicidio Antonio Monserrat no tenía
la goma con la que la presentó a la Justicia. Todos en el lugar intuyeron que
lo quiso incriminar, que quiso mostrar que el arma pudo haber sido el objeto
con el que golpearon al joven.
Por último, les avisó a los jueces: “si ustedes
creen que soy culpable, ahí voy a estar, al lado del doctor (Cergio Morfil, su
defensor)”. Las palabras del ex policía no sonaron con la soberbia que les
imprimió la semana pasada al declarar. Mientras, los periodistas tuiteaban, los
familiares esperaban ansiosos y los policías encargados del operativo miraban
para todos lados con gesto adusto, como en todas las jornadas del juicio.
Los otros acusados fueron breves cuando hablaron
“Está demostrada mi inocencia”, dijo Monserrat, el otro imputado por homicidio.
Luego pasaron los policías acusados por encubrimiento y falseamiento de
documento público: Francisco González, Rubén Tejerina y Antonio Zelarayán. Los
tres se defiendieron entre sí y juraron haber actuado conforme lo estipula la
ley.
La presidenta del tribunal, Alicia Freidenberg, se
retiró a deliberar con los vocales Dante Ibáñez y Néstor Rafael Macoritto.
Antes avisó que el fallo no estaría antes de dos horas.
Quién era
Ismael
“Era muy flaquito, se reía por todo, estaba atento
siempre. Llegaba con tortillas y me decía que tomemos mate. No se quejaba por
nada y todo le costó el doble. Era muy indefenso, muy tímido. Le gustaba una
chica y no se animaba a hablarle. Con una mirada decía todo. Era una persona
que no iba a dañar a nadie. Se cagaba laburando. Era fanático de Atlético, de
Cachumba, y La Mona. Llenaba su carrito de flores y plantas para venderlas y
salía con su Gauchito Gil. Era el hijo varón que no tuve. Era pura ternura y al
matarlo me clavaron un puñal que voy a llevar hasta el día que me muera”, contó
su cuñada, Isabel de la Cruz, mientras los jueces discutían la condena. Es ella
quien se puso al hombro la lucha, no sin antes tropezar.
“Los primeros dos días me empastillé mal. Pero
cuando lo enterré, que fueron 1.500 personas a despedirlo, le tiré el terrón y
le dije ‘me la van a pagar’. Fueron años muy duros. El que caminó Tribunales lo
sabe y más con el dolor de haber enterrado a un ser querido. Uno tiene que
prepararse”, agregó.
Ella lleva pidiendo justicia desde el 10 de
noviembre del 2011, día en que murió Lucena en el Hospital Padilla. Un golpe en
la cabeza le produjo un hundimiento en el cráneo. Aguantó cerca de 17 horas,
entre convulsiones y paros cardíacos.
“Poner el
pecho”
“Si dicen que somos culpables hay que poner el
pecho a las balas y ser fuerte (se quiebra), tengo una familia por detrás. Será
cuestión de estudiar algo. Sé que mi mujer y mi familia me van a apoyar”,
declaró Becero a LA GACETA. Fue el único imputado que aceptó ser entrevistado.
El acusado volvió a la carga sobre la escopeta y
señaló que es el objeto con el que le hundieron el cráneo a Lucena: “Lo
determinó la fiscala (Mariana) Rivadeneira”.
Sin embargo, adujo que no vio cuando le dieron el
golpe mortal a la víctima. “No veo cuando le pegan, porque en ese momento estoy
por ingresar a la casa de Álvarez (lugar donde se escondió Lucena). Él viene
trastabillando. Me acerco apuntándolo con la pistola, porque todos los policías
lo hacemos. Se me abalanza. Corro la pistola y le doy un pechón en el pecho”,
relató.
El principal argumento para demostrar su inocencia
se basó en dos preguntas: “¿Por qué no saltó sangre en la ventana? ¿Por qué no
había sangre en mi arma?”.
Por último, entregó la esperanza que le quedaban a
sus creencias religiosas: “Que Dios y la Virgen ilumine a los jueces, que los
envuelva con su manto y les haga abrir los ojos”. Al terminar la entrevista, se
entregó a un abrazo con su esposa y otra mujer que los acompañó todo el tiempo.
La sentencia
Tres horas después de retirarse a deliberar, los
jueces se sentaron en su sitio. Freidenberg dijo por enésima vez en lo que va
del juicio que no quería que se registraran incidentes. La primera condena que
se leyó fue la de Becero: prisión perpetua por ser considerado el autor
material del homicidio de Lucena. Mientras hablaba la secretaria, se escuchó
ese sonido que producen varias personas al quedarse sin aire por la sorpresa.
Se escucharon sollozos. De un lado de la sala derramaron lágrimas las dos
mujeres que acompañan al condenado. Del otro, lloró la familia de la víctima.
Becero bajó la cabeza y perdió su mirada vista en el suelo.
La secretaria retomó la palabra y anunció que
Monserrat fue condenado a siete años de prisión por lesiones agravadas y
amenazas. La fiscal había pedido cadena perpetua para él por considerarlo
coautor del homicidio. Luego se leyó la sentencia a González. También serán
siete años para él, por encubrimiento agravado y falsedad ideológica de
instrumento público. Por último, se anunció que Tejerina y Zelarayán fueron
hallados culpables de encubrimiento agravado y se les impuso una pena de tres
años de prisión de forma condicional. Es decir, regresaron a sus casas.
“Con esta condena voy a ir a ver al ‘Negro’ y le
voy a decir que la promesa está cumplida. Las lágrimas no fueron en vano”, dijo
de la Cruz entre abrazos con la familia y micrófonos que esperaron saber su
opinión sobre el fallo que esperó casi cinco años.
Apoyo.-
Durante todas las jornadas del juicio la familia de Lucena fue acompañada por
decenas de personas que siempre se ubicaron sobre la calle Congreso para
manifestarse en favor de la víctima. Ese grupo convocó militantes de partidos
de izquierda, integrantes de organismos de Derechos Humanos y familiares de
víctimas de casos similares.
Operativo.-
Los efectivos de la Policía destinados a Tribunales fueron denunciados en
varias ocasiones por allegados a Lucena por un “trato arbitrario”. Según
señalaban los amigos y familiares de Lucena, se trataba mucho mejor a los
familiares de los acusados. No fueron pocas las veces en que se generaron
discusiones entre los uniformados y los que quería ingresar a la sala. La
mayoría de las polémicas se dieron por la prohibición del ingreso bajo el
argumento de que no había lugar en la sala. Durante la última jornada, todos
los oyentes fueron palpados por policías presentes, tuvieron que someterse a un
escaneo y mostrar el interior de mochilas y bolsos.
Aplausos.-
La gran ovación de la tarde se la llevaron Isabel de la Cruz Lucena y la
querellante Julia Albarracín cuando abandonaron la sala. Antes de atender a la
prensa, se permitieron un momento para gritar que Ismael estaba “presente”.
“Estamos muy conformes. Esto sirve para abrir un debate sobre la seguridad y
sobre cómo debemos comprometernos los ciudadanos”, dijo Albarracín.
Tragicomedia.- El juicio transitó una bipolaridad, entre lo trágico de las declaraciones de los testigos y las situaciones que rozaron la comedia, como cuando el defensor Cergio Morfil tomó el arma de Becero y un perito que se encontraba declararon le dio un manotazo argumentando que podía estar cargada. Finalmente el tribunal le dijo al abogado que dejara el arma sobre la mesa, por lo que tuvo que improvisar un arma con su dedo índice.
Fuente: http://m.lagaceta.com.ar/nota/680055/policiales/con-esta-condena-voy-ir-verlo-al-negro-para-decirle-promesa-esta-cumplida.html